6 de agosto de 2015

Estación de trenes

Se puede percibir en el aire la densidad del momento. Las nubes se condensan, se aprietan en el cielo. Pronto va a llover.
La gente camina agobiada por el calor, agobiada por la vida, y agobiada por la espera. En esta singular estación algunos permanecen sentados mientras otros se mueven a velocidades que nunca imagine llegar a advertir. Los observo de cerca y no logro distinguir si lo que recorre sus rostros son lagrimas o gotas de sudor.
Que poética puede ser la vida a veces.

Entre tantos pasos perdidos se escucha el agudo silbato, como si gritara de desesperación, y de pronto el mundo se detiene. Mi corazón se acelera. Lo escucho, cada vez mas apresurado, cada vez mas atropellado. Una pequeña gota cae sobre mi mejilla y se desata la tormenta.
Me levanto de mi asiento y puedo oírlo quebrarse, pero estoy cada vez mas cerca y con aquel ultimo llamado se que es hora de partir. Ya no logro distinguir si lo que recorre mi rostro son lagrimas o gotas de lluvia.
Que efímera puede ser la vida a veces.


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