Tres cuartos y comienza de nuevo.
Se puede intentar bailar
el mismo vals, una y otra vez, bajo las nubes que se condensan despues
de un tiempo. Eso no implica que te vuelvas bueno en ello. La lluvia no
puede amenizar el lugar con su tempo.
Has leído la obra, has escrito un manifiesto. Un testamento sobre pies lastimados y fallecidos egos.
Los otros siempre dejan el cuarto de baile frío, curiosamente, generando un contexto.
Bailar
tampoco parece ser la mejor manera de escapar a cualquier riesgo. No
todos han de perseguirte con un arma blanca, incluso cuando firmemente
creas padecerlo.
Aunque tres cuartos aparente ser el tiempo exacto para
despedirse, de hecho, siempre falta un cuarto para agarrar el ritmo con
el pie derecho.
El frenarse en el momento indicado no siempre es lo correcto, ¿o tal vez sí?.
Tres cuartos nunca dejan satisfecho.