7 de marzo de 2012

La larga historia que nunca conté. (El viaje que nunca fue)

Razones para contar esto después de ocho meses. No las hay. O capas solo fue ese el tiempo suficiente para que analizara todo el asunto.
Empecemos con la simple frase: odio los boliches. Y se estarán preguntando ¿qué carajo tiene que ver todo esto?. Pero esto recién empieza...

Si en algún momento dije que no me arrepentía de haber viajado el año pasado al sur del país, donde todos los adolescentes quieren ir en algún momento, hoy no me miento a la cara y digo la verdad. Y es así, porque en ese momento me metí a mi misma en la boca del lobo, aquel lugar donde no soy nadie, ese ambiente lleno de nada mas que todo lo que nunca quise ser y alguna vez fui.
¿Y soy rara?, ¿soy rara por el hecho de preferir lugares mas chicos, con personas con las que te podes poner a hablar posta, donde nadie es diferente (porque a la vez todos lo somos), donde hay gente mas grande y a la vez mas comprensiva, donde escuchas la música que queres, esa que tantas cosas te hace sentir; antes que tener a esos pibes pesados dando vueltas, a las chetas mirándote de arriba a abajo, a los langas que se creen que se comen el mundo y por eso se dan el gusto de forrearte, de hacerte sentir lo mas horrendo del mundo?...
Entonces ahí me encuentro yo, allá a mediados de agosto, tratando de meterle buena onda al viaje, de conocer gente. Y esa habitación, con todos aquellos infames personajes masculinos, riéndose a costa de una chica de autoestima baja, tan divertidos, tan sonrientes... sin saber que a veces las palabras duelen mas que un golpe.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario