2 de julio de 2013

When all is said and all is done, what was said was never done.

La esencia de lo cotidiano produce amor/odio a veces. Levantarse temprano, desayunar, fumar un cigarrillo en la terraza con las primeras luces de los edificios que acompañan. Las calles frías, las caras cansadas. Caminar por el boulevard que nos lleva a todas partes.
La gente transita absorta en la regularidad de sus pensamientos, mientras la iluminación publica y sus destellos naranjas contrastan con la naciente claridad que nos inunda todas las mañanas. Sin embargo el invierno nos mantiene a oscuras, nos oculta la tristeza y nos ampara mientras vamos a hacer lo mismo de siempre a la hora de siempre.
Seguimos pegados a ella porque de alguna forma hace que el tiempo pase para bien o para mal. Y ahí estamos, instalados en el fondo de nuestras conciencias, analizando como el resto del día puede convertirse en algo productivo, organizando los horarios y deseando estar en cualquier parte que tenga un sillón, un almohadón y un televisor que miraremos sin mirar. Y entre todo ese conjunto de pensamientos, algún que otro fugaz pasa y nos desestabiliza un poquito, nos saca una sonrisa y nos levanta un poco el animo.
Me gusta la costumbre de lo cotidiano, de lo rutinario, pero mas que nada me gusta romperla todos los días un poquito mas.

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