Agua estancada en el medio del desierto,
soledad pegajosa, tejida como telaraña,
llena de moscas atrapadas en desaciertos.
Desempolvan el disfraz de niños buenos
aprovechando las palmadas en la espalda
los aplausos a la distancia, la validación
externa, completa e ignorante de la verdad
que siempre se desentierra, finalmente.
Desenmascara otra personalidad
preparada para querer sin querer.
Sin razón de aquel a quien engaña.
Creemos porque estamos destinados a aprender
las falacias inocentes que nos cuesta reconocer
o no tan inocentes de aquellos que no conocen
otra forma de vincularse.
Mientras ambos existan y todos desistan,
no hay forma de que esta vida se repita.
Una y otra vez.
Somos envases de aquellos que vacíos
solo llenan de desafíos y es esta ruptura
de viejos mecanismos, la salida
a todo lo bueno que esta porvenir.
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