11 de abril de 2013

La llave maestra.

Me niego a soltar una palabra virtual de vez en cuando solo para no incrementar los números de mi tristeza, desde que tengo la loca idea de que a mayor cantidad de textos compartidos, mayor es la desdicha que cargo en mis espaldas; pero acá estoy entregándome de vuelta a este sitio porque algo en el fondo de mi persona tiene esa ociosa (o no) necesidad de relatar la vida a través de palabras.
Sigo con las manos atadas y los pies encadenados al mismo sitio de siempre, sin embargo mi cabeza se toma un descanso y prefiere ignorar las condiciones actuales por un par de meses. Entonces tengo la llave en mis manos pero no parece importarme, y la miro porque se que ella es la solución a todos aquellos miedos de los que me aferró, pero prefiero usarla mas tarde. Razones si las hay, y si les interesa, es solo el simple echo de disfrutar de un momento a solas sin tener a esa voz en off endulzandome los oídos con falacias y promesas.
La miro de vuelta, la guardo en el bolsillo.

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