A diario intento no caer en un espiral de tormentas. Ha sido más sencillo desde que tu figura se volvió tangente y desde que se revolvió algo mío por dentro. Un suspiro oculto y una ternura perdida, con la cual no hubiera imaginado reencontrarme.
Si me encuentro embebida en dulzura luego de tantos caminos fríos de tundra, no voy a tener miedo de caer en un brazos.
No tengan miedo. Déjense querer.
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