4 de diciembre de 2017

Recorridos

Divagando en transportes públicos ante un cierto tipo de magia que me cuesta explicar.
Hay cierta facilidad en lo visual que me lleva a recordar mejor sitios, que palabras.
Demasiadas escenas, pequeñas, reproducidas en mi cabeza deliberadamente.

Los viajes de ida solían ser eternos, excitantes, apabullantes. Una mezcla extraña entre la ansiedad de llegar a destino, la resignación de saber que tomaba su tiempo, así como la tranquilidad de no tener horarios fijos que cumplir. Puro goce de viajar directo a todo aquello que no era rutina.
Los viajes de vuelta, en cambio, eran breves, agridulces; reconfortantes pero melancólicos. un sentimiento de alivio al llegar al hogar, un sentimiento de pena al dejar todo lo otro atrás.
Unas cuadras que caminar en la errancia de saber siempre cuál es el recorrido que nos lleva a donde queremos llegar y nunca pero nunca perdernos.

La función terminó y yo siempre me encargo de limpiar el teatro, lentamente.

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