Palabras cansadas, me rodean.
En la mirada de ojos cansados.
Bajo la luz blanca se degradan.
Pero mi hogar es cálido
y mi corazon estalla entre
naranjas, verdes y dorados.
Hay algo de la nostalgia que me
mantiene elevada, ante el dolor
y la pereza extraña que habita
en este planeta. No me declaro
en guerra con nada que tenga
que ver con el exterior.
Porque, simple, no me incumbe
y un poco tal vez no me interesa.
No hay peor enemigo que aquel
que mira nuestros ojos a diario.
No hay mejor amigo que aquel
que elije abrazar ese reflejo.
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